Por Jaime Rebaza Soraluz

Desde la aparición de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, desde hace muchos años y sólo con la excepción de Luca Modric y Karin Benzema, los últimos dieciseis años han sido copados con premiaciones del Balon de Oro a delanteros y volantes de avanzada. Es decir, a los reyes del Gol. A quienes lo anotan, no a quienes lo evitan.

La valla quedó muy alta con dos jugadores que hasta ahora, ya en ligas menores, continúan disputando ser el mayor goleador de la historia. Así, los delanteros de ahora, buenos sin duda, quedan muy lejos de la estela extraordinaria de ambos y tan dificil de alcanzar.

Vinicius Junior aparecía como el sucesor, todavía muy lejano en trayectoria, pero como el más próximo candidato a ganar el trofeo. Si en el mundo de los ciegos, el tuerto es rey, el brasilero se parecía imponer sobre el mercado actual.

No ganó. Entonces, antes de preguntarnos porque podría haber ganado, toca preguntarse por que no lo ganó. Tiene calidad y está en ascenso, por lo que habría que explicarlo de otra manera. Quizá en factores que no se muestran en el juego, sino en la actitud dentro y fuera de la cancha. Constantes provocaciones a los rivales, gestos anti-deportivos y exageradas victimizaciones, podrían ser la razón por la que todos los votantes, habrían de bajarle el favoritismo.

Muy por el contrario, en un puesto de constante ida y vuelta, de defender e iniciar ataques, de poco descanso en el transcurso de los partidos y sobretodo, no tan valorado como debiera, la figura del español Rodri, reinvindica todo el esfuerzo y mérito que tiene, quien se posiciona en la mitad de la cancha, detrás de los genios goleadores del equipo.

Multicampeón con el Manchester City y también con su selección. El Balón de Oro completa la serie de titulos ascendentes en su carrera. Y aunque por ahora las muletas lo acompañaran dada su lesión de ligamentos y meniscos, habrá Rodri para rato.

Foto: Marca.com